En teoría, cuanto más intensa sea la crisis y más caótico el mercado, más deberíamos anclar nuestra racionalidad, pero la realidad suele ser contraria.
En tiempos de crisis, la ansiedad y el pánico tienden a propagarse como emociones colectivas. En ese momento, las personas no desean profundizar en lógica compleja ni revisar argumentos repetidamente; simplemente buscan una respuesta sencilla, directa y que puedan entender de inmediato.
El crecimiento de la racionalidad requiere un suelo de calma, pero en medio de una crisis, las emociones siempre superan a la razón, tanto a nivel individual como colectivo.
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En teoría, cuanto más intensa sea la crisis y más caótico el mercado, más deberíamos anclar nuestra racionalidad, pero la realidad suele ser contraria.
En tiempos de crisis, la ansiedad y el pánico tienden a propagarse como emociones colectivas. En ese momento, las personas no desean profundizar en lógica compleja ni revisar argumentos repetidamente; simplemente buscan una respuesta sencilla, directa y que puedan entender de inmediato.
El crecimiento de la racionalidad requiere un suelo de calma, pero en medio de una crisis, las emociones siempre superan a la razón, tanto a nivel individual como colectivo.