Charlie Munger A los 31 años, casi no le quedaba nada. Su hijo de 9 años murió de cáncer. Se quedó junto a la cama, viendo cómo el niño se despedía, mientras aún pensaba en cómo pagar los gastos médicos. El matrimonio se rompió, estaba endeudado hasta el cuello. No fue una “baja”, fue un vaciamiento total. No tuvo una iluminación, ni una declaración de renacimiento. Simplemente, al día siguiente, volvió a trabajar. Como abogado. Cambiando tiempo por dinero. Lentamente se dio cuenta de que ese camino no lo sacaría del dolor. Comenzó a invertir. Pequeñas propiedades, transacciones privadas, cualquier método que hiciera que el capital trabajara por él. Otros le aconsejaban que no tomara riesgos: “Eres abogado, no inversor.” Necesitas un GM






































